El panorama
político colombiano se está aclarando. Ya la extrema derecha está agrupada y
sea por conciencia o por alienación ideológica, con un trasfondo doctrinario
neonazi y en concordancia con la cultura caudillista que predomina en el país,
está junta y suman 6.9 millones siguiendo a quien Cecilia Orozco denomina
sociópata y Antonio Caballero psicópata. Por aquí no está el problema.
El problema está
del otro lado, donde están los otros 26 millones de ciudadanos; pues esta es
una masa compleja y heterogénea donde hay de todo como en botica. Hay
santistas, liberales, clientelas de gamonales que son los votos cautivos,
vendedores del voto, viejos izquierdistas, socialdemócratas, independientes,
cívicos, y la gran mayoría, quienes sufren de la enfermedad del
meimportaunculismo. Estos últimos, los más dañinos, porque por su culpa, una
mínima porción de votos legitima el gobierno quedando entonces el poder en
manos de esta minoría. Los que sufren de esa enfermedad social, sobreponen sus
condiciones individuales por encima del bien común. Les basta con que ellos
resuelvan sus necesidades personales y les importa muy poco lo que ocurre en el
país. Son conocedores de la situación y son conscientes del clientelismo, la corrupción,
la oligarquía y todas las demás características de la democracia; pero
prefieren no votar creyendo que de esa manera se soluciona el problema.
El reto histórico
del país en la coyuntura que está comenzando está aquí. Si esa gran mayoría del
80 % de la ciudadanía no se organiza y hace claridad en la postura política que
debe ser lógicamente, contraria a la uribista, estos últimos finalmente
lograrán imponer sus intereses por encima de la mayoría. Lo grave es que en
nuestra cultura tradicionalmente caudillista, se necesita un líder que agrupe y
canalice en un proyecto político, por lo menos a la mitad de esa mayoría o sea
13 millones de ciudadanos.
Por ahora no se
vislumbra ese personaje. Y lo más grave aún, en esa masa social compleja
existen interese divergentes y los intereses conflictivos de sobreponer los
propósitos grupistas por encima de los colectivos, lo que agrava más la
dificultad del surgimiento del líder. Se necesitaría que se definiera un
proyecto político claro, se difundiera ampliamente y se profundizara en su
conocimiento, para que el sentido político pudiera sobrepasar el faltante de la
imagen del líder. Queda pendiente ver como se desenvuelven los hechos y cómo se
mueven los grupos que eligieron a Santos por frenar a Uribe; pero sí estamos
frente a la gran oportunidad de consolidar una alianza democrática que
represente a la gran mayoría y que de paso resuelva políticamente el sancocho
mayoritario.