La semana pasada en un hotel a 30 kilómetros de
Londres se reunió el Club Bilderberg, una organización que agrupa a los
multimillonarios más ricos del mundo, que fuera creado en 1954 patrocinado por
la familia real de Holanda y la de David Rockefeller de EE. UU, cuya primera
reunión se realizó en el hotel de ese nombre en la localidad de Ooesterbeck.
Desde entonces, se viene reuniendo cada año de manera ultra secreta y nadie
diferente a los asistentes se entera de lo ocurrido en el conclave. Sólo se
sabe por investigación de periodistas, que ahí se discute y se decide el
destino del mundo, el cual, como es de esperarse, se traza buscando que ellos
sigan amasando fortuna y manteniendo la dominación política del orbe.
Se dice en los informes periodísticos que este año
asistieron cerca de ciento cuarenta multimillonarios, quienes a esta fecha, ya
deben haber decidido qué hacer ante el derrumbamiento del modelo económico que
ellos construyeron para su propio beneficio y que, seguramente, nunca esperaron
que llegara a la situación presente tan rápido. El modelo de globalización
financiera está ad portas de tocar fondo en los países donde ellos residen, por
lo que, seguramente será la más grande preocupación y probablemente el tema
tratado la semana pasada en Hertfordshire; pues aunque el derrumbe total se
espera para la década de los veinte, desde ya los interesados deben estar
viendo que este plazo en la historia es como un segundo.
Según declaraciones de uno de los miembros, les
preocupa mucho los países subdesarrollados porque para ellos estos son un
problema que solo les causa molestias debido al elevado endeudamiento. Es decir
los países pobres les deben mucho dinero a ellos y ahora piensan que no tendrán
con que pagarles. Son víctimas de su propio invento y están a punto de comer de
su propio cocinado; pues fueron ellos quienes creyeron que el esquema de
prestarle recursos a los Estados y poner a estos a recaudar impuestos para que
les pagaran cumplidamente los intereses y el principal, era suficiente. No
tuvieron en cuenta que los impuestos no caen del cielo y en la medida en que se
destruya el aparato productivo, la base tributaria es insuficiente para
cumplirles en el negocio.
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